sábado, 27 de diciembre de 2008

Un disparo

Toda guerra comienza con el primer disparo. Toda tragedia inicia con el primer muerto. Un disparo acabó con la vida de una niña. La familia no quiere poner denuncias. No quieren tu lástima, ni las promesas de los políticos en campaña. Ni manos duras, ni amigas ni enemigas. " El que hizo esto sabe", dice un pariente con el rostro inexpresivo. "El sabe que sabemos y va a tener lo suyo", repite y cae en el mutismo. En la ignorancia deliberada. Si la policía pregunta no dirá nada. Pero ya por el aire vuela la sentencia. El aviso fue proclamado a los vientos que ya presienten remolinos. Una niña. No es un accidente. No es una bala perdida.Fue el golpe en donde más duele. Una invitación a la bronca. Una semilla de odio sembrada con cuidado, con ternura diríase si no sonara abominable. Un disparo ha sonado en los espacios y el presentimiento de los incendios ya llena de humo imaginado el márgen de tiempo que resta para que se materialicen.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Faraones en el trópico

Vida de faraones. Reyezuelos efímeros que construyeron sus propias pirámides con los dineros de la gente, incauta o porfiada, que quiso creer en ese espejismo absurdo. El caso de DMG, cuyo coletazo final nos tocó aquí en Panamá, pero que igual afectó a Venezuela y Ecuador, aparte de Colombia, nos ilustra sobre nuestra debilidad y desesperación. Retrata además parte de nuestra idiosincrasia. Esa que no queremos ver ni aceptar.

Traficantes de ilusiones

Están ahí. Se tapan la cara, huyen. No quieren responder preguntas. No quieren hablar. Pero están ahí, como esperando. Quieren saber qué pasará con la plata que invirtieron en el soberbio negocio de la comercialización con retorno, ingeniosa forma de estafa en la que, con una mágica tarjeta prepagada, se compran artículos a crédito y luego se recibe de vuelta, después de un tiempo, el monto de lo invertido, y más. Demasiado bueno para ser verdad. Está visto.
Pero ellos no quieren preguntas, aunque se mueren por saber. Andaban por ahí, por las inmediaciones de Plaza Edison, aquí en Panamá. No quieren cámaras, aunque quisieran gritar su desengaño. Quieren que alguien les responda, pero se esconden. Demasiado bueno el negocio, un negocio chueco, en el que incautos o porfiados participaron ilusionados.
Sí, porque el negocio es ese: la ilusión. El espejismo improbable de la ganancia fácil o de la ventaja sobre la realidad. La maña, la habilidad antes que el trabajo arduo. La ganancia rápida, mágica, impune. Unos que saben de qué va el negocio, lo alientan, lo alimentan, lo ofrecen generosamente. Esos conocen la debilidad humana y la saben aprovechar. El esquema es sencillo: captar muchas entradas de capital que se recicla, hasta que la burbuja estalla. O peor, utilizar mucho dinero de personas que decidieron jugar en esa ruleta para camuflar y reciclar toneladas de dineros provenientes de actividades ilícitas, que luego se utilizan en inversiones legítimas. Entonces desaparecen: se vaporizan. Se desvanecen. Nunca existieron. Eran ilusión. Eran mentira.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Era de madrugada cuando se sintió el temblor

El movimiento rompió la quietud que amparaba la oscuridad. La noche no había cesado aún cuando se remecieron las paredes y los techos y el suelo se hizo casi líquido de pronto. La provincia de Chiriquí se sacudió de este a oeste pero la furia del sismo, de 6.4 grados en la escala abierta de Richter, fue más sentida en las tierras altas, Bugaba, Boquerón, Boquete, o Volcán. Del otro lado de la frontera, en territorio costarricense, también el sur del Valle Central sintió el castigo de la tierra.
La gente salió a la calle, buscó un incierto refugio ante el remezón. A ocho kilómetros de profundidad, las placas continentales se habían movido, un poco más fuerte de lo habitual. 6.4 grados es algo. Es bastante. Suficiente para sentir que las paredes se ladean y comban y que de un momento a otro los techos, sobre todo los de las casas viejas pueden desplomarse. La tierra se bate como un equívoco océano y se raja en grietas largas y en ocasiones profundas.
Al norte, en la provincia de Bocas del Toro, fue mayor la zozobra. El movimiento coincidió con lluvias y los ríos se salieron de su cauce.