El movimiento rompió la quietud que amparaba la oscuridad. La noche no había cesado aún cuando se remecieron las paredes y los techos y el suelo se hizo casi líquido de pronto. La provincia de Chiriquí se sacudió de este a oeste pero la furia del sismo, de 6.4 grados en la escala abierta de Richter, fue más sentida en las tierras altas, Bugaba, Boquerón, Boquete, o Volcán. Del otro lado de la frontera, en territorio costarricense, también el sur del Valle Central sintió el castigo de la tierra.
La gente salió a la calle, buscó un incierto refugio ante el remezón. A ocho kilómetros de profundidad, las placas continentales se habían movido, un poco más fuerte de lo habitual. 6.4 grados es algo. Es bastante. Suficiente para sentir que las paredes se ladean y comban y que de un momento a otro los techos, sobre todo los de las casas viejas pueden desplomarse. La tierra se bate como un equívoco océano y se raja en grietas largas y en ocasiones profundas.
Al norte, en la provincia de Bocas del Toro, fue mayor la zozobra. El movimiento coincidió con lluvias y los ríos se salieron de su cauce.
Encantadores de serpientes
Hace 15 años
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